Desde hace siglos, el hombre ya se preocupaba por su higiene dental intentando construir pequeñas herramientas similares a cepillos dentales para su uso. Eran cepillos arcaicos pero útiles.
Hoy, en pleno siglo XXI, teniendo a nuestro alcance materiales y productos que nos facilitan nuestro trabajo, existe una evidente falta de preocupación por nuestra higiene oral. Siempre ponemos por excusa el tiempo y las prisas. Desde mi profesión, higienista dental, me preocupo por ofrecer a la población unos hábitos saludables y pequeñas pautas que hacen este trabajo más fácil.
Tener una higiene bucal deficiente nos puede traer serios problemas, ya que la boca es una entrada y salida continúa de bacterias, que pueden pasar a la sangre y dar serias complicaciones, sobretodo si hablamos de personas consideradas de riesgo como diabéticos o cardiópatas.
Una buena higiene comienza por realizar un cepillado correcto después de cada comida y el uso de seda dental, cepillos interproximales (en casos necesarios)… Todo esto acompañado de una pasta y colutorio adecuado para nuestras necesidades.
El tratamiento debe ser individualizado, por ejemplo, una persona que tenga inflamación de encías (gingivitis) tendrá que utilizar ciertos productos antisépticos. En cambio, la persona que presente hipersensibilidad dental, deberá seguir un tratamiento desensibilizante.
En la clínica dental, la higienista analizará cada caso, le dedicará el tiempo necesario a su boca y le aconsejará el tratamiento más adecuado. Todo esto le ayudará a prevenir la caries, evitar la pérdida de dientes y mantener una buena salud oral general. Es muy importante contagiar estos buenos hábitos a los pequeños de la casa, para que así crezcan con una boca sana
Rosario